jueves, 16 de febrero de 2017


Talleres en la Facultad de Comunicación Social son esperados con ansias.
por María José Mosquera 

Una semana fuera de la cotidianidad.

A la mitad del semestre en la Facultad de Comunicación Social se presenta la materia de optativas donde los estudiantes pueden escoger por afinidad de acuerdo al semestre la clase que les parezca más interesante.

Era viernes nueve y tanto de la noche, subía por la Bolivia fumando un tabaco y con unos tragos encima.  Me decía: “me lo merezco, fue una semana ardua de exámenes”. (Utilización del nuestro y del yo).
Paso a paso el tabaco se consumía y miraba mi Facultad a lo lejos y pensaba que por fin se viene semana de talleres, mi semblante crecía al notar que por unos días se acababa la cotidianidad de la académica.
Empezamos talleres con pie derecho, mi opción en la optativa fue “Comportamiento del cuerpo frente a las situaciones sociales” con el Mst. Walter Jimbo quien fomento una clase amena entre los  estudiantes.


El día martes ingresamos a la hora normal, donde no espere pasar tan divertida y fructífera clase. La materia se desarrolló a través de exposiciones y una de ellas fue la de Angélica Torres que me dijo  “me toco exponer sobre los lenguajes no verbales, lo que tiene que ver sobre la kinésica, la proxémica y todo lo que tiene que ver con lo no verbal”, la exposición fue muy dinámica y dieron ejemplos en el que integraron a estudiantes y al maestro para comprender más sobre el tema.
Al finalizar la clase salía con una amiga a almorzar, y nos topamos Cuadro de texto: Dialogo y exclamación con nuestro profesor en la puerta de la facultad y  le dijimos: ¡profe vamos a comer! y el respondió: ¡claro!, vamos de una. La tarde se consumió en un espacio donde los colores predominaban, la música que se escuchaba Cuadro de texto: Descriptivo.era un rock clásico que amenizaba el ambiente de charlas, anécdotas y risas… fue muy interesante conocer la vida de un profesor  amable y caritativo como Warter Jimbo; no solo como catedrático, sino en un contexto amistoso donde no nos regimos a una jerarquización más bien a  una socialización de nuestra vida fuera de la universidad
Cuadro de texto: Escena por escenaMientras avanzaba la semana, en horas de receso nos sentamos con un grupo de compañeros a jugar cuarenta  aprovechando que transcurrían las fiestas de Quito y empezamos a conversar acerca de la semana que estábamos viviendo, en ovación todos finiquitamos lo que supo decir mi compañero y amigo Jaime Chamba “los talleres son como un descanso después de los exámenes y el ajetreo”.
Cuadro de texto: Reiteración. No puedo negar que es una semana donde los estudiantes dejamos de lado todas las presiones académicas del primer hemi,  pero siempre  tenemos en cuenta el cumplir con lo que nos rige el taller porque es una materia más. Una de las vendedoras de los puestos de caramelos en la facultad, Alicia Quispe  que la conocemos y la tratamos como “la Veci” supo manifestar “algunos estudiantes muy  contentos porque no tienen talleres como quien dice y como ustedes dicen una semana de vacaciones; y los que tuvieron talleres la mayor parte tranquilos, satisfechos porque más que todo conocen otras cosas”.
Cuadro de texto: Punto de vista tercera personaSin embargo la coacción no solo se encuentra en los estudiantes. Pude contrastar que los maestros también están regidos a la presión  de la revisión de  exámenes, ensayos, y subir notas al sistema “a mí me tocó trabajar el triple, porque después de una semana de exámenes y de ensayos le ponen al mismo profesor que de taller” supo manifestar el profesor Patricio Pilca. De igual manera trate sobre el desgaste de los talleres, “están mal planteadas  pero se ha burocratizado el taller que ha perdido su esencia tanto que no te puedes relacionar con los otros sino que el taller está determinado para un número de personas”.
Y as llego el viernes y concluimos una optativa más dentro de la malla  curricular, la semana fue efímera donde cada uno de los estudiantes supo aprovechar de las condiciones que presidía cada uno de los talleres. En la FACSO se celebraba a la ciudad de Quito y todo pudo concluir en una relación muy amena, entre naipe, pin – pon y uno que otro canelazo.






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