Rodeado del helado viento de Quito y casi ensordecido
por el ruido de los buses que transitan por las calles logro llegar al centro
histórico, miro a mucha gente caminar, vender, gritar, pensar, vivir. El Centro
Histórico es sin duda un lugar emblemático para la cuidad y sus aceras parecen
confabularse con el aire para susurrarle a sus ciudadanos que por ahí han
pasado presidentes que después han sido derrocados con el mismo ímpetu con el
que fueron elegidos.
Edison Luje, estudiante de comunicación de 22 años
comparte la misma experiencia sobre el taller y menciona: “Quito es tan
lindo que cuando caminas por sus calles parece que las escuchas hablar por la
cantidad de historia que llevan consigo”. Al pasar las horas el sol empieza
a salir y con él aparece el entusiasmo de la gente trabajadora, la suspicacia
del ladrón, la fé de los ancianos, el amor de los colegiales. Quito es como un
viejo árbol, entre más antaño más imponente e interesante.
Michelle Cruz, estudiante de comunicación de 22 años
describe las sensaciones que le deja el taller sobre la caminata por el Centro
Histórico y la intervención del Metro sobre esta zona. “Me parece que es
irresponsable por parte del municipio que aprueben la intervención de una
estación del Metro en una zona tan importante y llena de historia como lo es la
plaza de San Francisco”.
Diego Velasco, docente de la facultad de comunicación
social y dirigente del taller habla sobre lo fundamental que es preservar
intacto al Centro Histórico, “En el Centro no solo existen edificios viejos
y leyendas antiguas, el Centro Histórico de Quito es un libro cuyo contenido
nos compete a todos, es el receptor de nuestra memoria colectiva y por eso las
autoridades quieren mutarlo, al transformar el Centro Histórico transforman
también nuestro imaginario”.
Jaime Chamba, estudiante de comunicación de 22 años
relata su experiencia sobre la defensa de la plaza de San Francisco con
relación a la construcción de una estación del Metro, “Me parece que todos
los quiteños deberíamos impedir que esto se cristalice, la construcción del
Metro en medio del centro es una violación a la memoria y tradición de la
cuidad”.
Así la cuidad continua en medio del trajín y la
felicidad de los quiteños, los viejos se hacen más viejos, los ricos más ricos
y el pueblo entre borracheras y fútbol se sienta a esperar un nuevo mesías que
le venda promesas para convencerle de que el futuro será mejor y que el que
ahora está en el poder no sirve para un carajo.
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