PERIODISMO II
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TRABAJO
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Crónica
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NOMBRE
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María Isabel Burbano
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CURSO
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5 “B”
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FECHA
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23 de
noviembre de 2016
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Antetítulo: El mundo de la memoria en la
historia
Los Pasos de mi padre
Sumario:
En esta crónica se encuentran los
sentimientos, vivencias y experiencias de una esposa y una hija con respecto al
esposo y padre que ya no está pero que la memoria y la vida se han encargado de
guardarlo y recordarlo con más fuerza. Volver a pensar en quienes no están,
pero han dejado una huella profunda en nuestras vidas y mentes.
Esto va para mi padre y su camino que me
ha ido guiado a lo largo de todos estos años. Una parte de mi formación la creó
el y siempre estaré agradecida.
Introducción
Extraño a mi papá, especialmente cuando
me dirijo a la biblioteca en busca de un libro que me distraiga de mis tareas
diarias en el mundo y es que a él le encantaba leer: filosofía, historia, religión,
derecho. Todo un profesor de ciencias sociales.
Pero era silencioso, aunque a veces su
voz recorría toda la casa como un huracán, no lograba decir todo lo que tenía
en el corazón. Era una niña, pero podía escuchar los largos silencios de mi
padre cuando me llevaba de la mano o cuidaba de mí. Ahora su silencio es aún
más extenso porque la muerte simplemente es el sonido de la quietud.
Pretendo hablarles de ese ser silencioso
que era mi querido papá, esa persona que aún me acompaña, su vida era silenciosa,
pero en mi corazón siempre se ha mantenido como un tornado que tal vez nunca
disminuya.
Un viaje largo
Raymond
Burbano Bolaños había
nacido en Carchi, Tulcán el, 31 de enero de 1947.Su infancia transcurrió de
manera tranquila hasta que llegó a su adolescencia. Todo tímido y con grandes
metas, empezó a tener problemas con sus condiscípulos y eso de alguna manera
formó su carácter, ese que conoció mi madre después. Era un joven precioso,
dice ella. Tenía el cabello castaño y la mirada perdida y seria en la
fotografía de su graduación de bachiller, esas imágenes se calaron hondo en mi
memoria.
Me sumerjo en varios documentos: actas de graduación, título universitario,
carnets y finalmente su certificado de defunción. Pero más interesante que
todo eso están sus libros. Dejaba de ser mi papi y se convertía en el
Licenciado Burbano, el hombre que dictaba clases de filosofía e historia en el
Colegio Brasil en el año de 1995, el hombre que se ponía un terno y salía todas
las mañanas de casa a enseñar. El hombre que infundía temor y respeto a sus
estudiantes.
- ¿Tienes alguna anécdota que recuerdes
que ambos hayan compartido?
- Bueno, cuando nos conocimos y la
primera vez que empezamos a salir fue justamente en el día del amor.
Miro a mi madre un ligero rubor cubre sus mejillas, al igual que papá, Sonia Muñoz es una mujer fuerte e
inteligente, se graduó como docente de inglés y una de las últimas
instituciones donde laboró fue en el Colegio Brasil, lugar donde conoció a
Raymond cuando él era Inspector. A pesar de que han pasado los años ella no
olvida los sueños y las experiencias que los dos tenían.
Miro su acta de grado, el Consejo Directivo del colegio “Diego de
Almagro” (hoy desaparecido) le confirió el título en Humanidades Modernas con
una nota de nueve sobre diez. Raymond se concentraba en sus estudios, obtuvo su
título universitario con una nota también de nueve. A pesar de todo, él sabía
de lo que hablaba era un diccionario parlante.
El colegio Brasil fue la vida de mi
padre, al menos de lunes a viernes. El compromiso con su trabajo se vio
reflejado en los últimos meses de su vida cuando luchaba con la Insuficiencia
renal que terminó consumiéndolo: el 27 de octubre del 2001.
Tenía 10 años cuando me acerqué al
estante de libros, ya había estado allí antes; leía las obras de la colección
Ariel Juvenil de mi mamá: Corazón, Los Miserables la Cabaña del Tío Tom. Pero
vi un libro que me llamaba la atención, tenía una dedicatoria para mi papá. La
filosofía y la historia han estado presentes en mi vida gracias a mi papá, que
pasaba los fines de semana leyendo sobre estos y otros temas.
-Algo que él quería hacer antes de
enfermarse era ir a la Costa, de viaje a la playa, pero eso es algo que no se
pudo hace ya que lamentablemente tuvo que ir al hospital y luego empeoró y
falleció.
Unas lágrimas traviesas se acumulaban en
los ojos de mi madre al hacerme esta confesión. Ella también es silenciosa,
pero a lo largo de los años he aprendido a interpretar sus silencios, es como
la quinta vez que nos podemos a hablar y recordar su vida y su memoria. No es
tiempo de llanto, ella recuerda no solo a su pareja sino también al profesor.
Una de mis tías me regaló un sobre con
algunas fotografías y documentos de su juventud y no he podido evitar comparar
a un joven Raymond con el hombre de 52 años en la fotografía con traje que
parece sonreírme. La vida de mi padre había cambiado: tenía un trabajo que
adoraba y una mujer e hija a las que protegía celosamente.
La nostalgia me invade y retrocedo en el
tiempo un momento, el olor de su ropa invade mis fosas nasales como si aún
estuviera aquí. Mi memoria almacenó pequeños recuerdos que se resisten a
fragmentarse, que siguen vivos. Había seguido un curso de locución técnico-
práctica ¿Quién pensaría que unos años después estaría siguiendo Comunicación
Social y teniendo como meta directa la radio?
-La semana que se quedó en casa no
hablaba mucho, y creo que es porque estuvo en depresión.
Para Raymond el trabajo era lo primero,
era un Inspector que ponía orden y un profesor igual de estricto con sus
alumnos. Era testarudo y no aceptaba un no por respuesta. Pero no puedo mirarlo
así, para mí era el señor que me llevaba a caminar al parque, el que jugaba
conmigo hasta que me dormía, el que cuando empecé el jardín de niños se sentía
feliz por mí. Incluso en esos últimos días intentaba dar todo de sí.
- ¿Cómo fue la relación con su padre?
- Su padre vivía aquí en Quito. Pero
ambos se habían distanciado.
No conocí a mi abuelo, Víctor Manuel
Burbano había fallecido 10 meses antes de mi nacimiento atropellado por un
coche. Visité su tumba una sola vez, y aunque al principio no causó ningún
sentimiento preciso, su nombre vive en mi cerebro de manera permanente. El
padre de mi padre no era estricto, pero influyó mucho en la crianza de su único
hijo varón. A pesar de sus diferencias la casa quedó a su nombre, quería mucho
a mi madre.
- ¿Tienes algo más que decir sobre él?
-Que nunca lo voy a olvidar y que
siempre te inculcaré que era un buen padre, que era un buen hombre.
Me da una pequeña sonrisa y besa mi
frente cuando termino las preguntas, veo la tristeza reflejada en los ojos de
mi madre. Ella aún guarda su título en la mesa de noche y conserva una
fotografía tamaño mediano de él. Lo cuido por más de dos años, ella construyó
un vínculo algo que no se puede borrar.
Por mi parte, tengo una imagen de
nosotros tres, tenía dos años y nos encontrábamos en el cementerio de Tulcán,
recuerdo las formas de animales que se veían en los arbustos. La observo cada
noche. Pero ¿Qué me queda de él realmente? Su olor, su voz su mirada y su
rostro, se pierden de mi memoria como un barco que zarpa a un rumbo peligroso.
Me quedan sus libros, me queda su conocimiento me quedan las palabras. El mejor
regalo que un padre pudo hacerle a su hija.
El Destino Final
¿Qué es la muerte? ¿Acaso es el
verdadero final? O ¿Hay algo más?
Si me preguntan sobre el sábado 27 de
octubre del 2001, mi memoria trae a colación, los recuerdos de un día triste.
Papá era silencioso, tanto así que no sabía que se estaba yendo y que no
regresaría.
-Eras muy pequeña y un evento así te
trastorna
Sonrío al escuchar a mi madre decir
esto, por un momento parecía que intercambiamos papeles, ahora ella hacía las
preguntas, mientras yo me embarcaba en un viaje directo con mi pasado. Su voz
me trae de vuelta a la realidad.
-Él tenía varios sueños y metas y que
una enfermedad de la cual no hay salida trunque tus expectativas profesionales
y familiares produce de alguna manera un tipo de depresión.
Bajé la mirada, ella tenía razón, él ya
no era el tipo alegre de todos los días, se sentía abatido, estaba perdiendo
una guerra consigo mismo, con su cuerpo y no había nada que hacer. El médico urólogo le había ofrecido la
posibilidad de diálisis, pero él se oponía, tengo clara en mi memoria la frase
que decía: “Prefiero morir antes de que una maquina controle mi vida”. La niña
de 9 años pensaba en lo egoísta que había sido su padre al no aceptar el
tratamiento, pero la chica de 15 años entendió que en la vida existen
principios que una persona no puede romper.
-
Eran
días donde estaba agotada mental y físicamente, pero él me necesitaba.
No sé necesita escarbar mucho para saber
el profundo amor que mi madre le tenía, cuidando siempre de él y lidiando con
su pequeña hija. Dios sabe que ambos le estamos agradecidos por eso.
Fue un sábado tranquilo, salimos a
buscar las medicinas para ese día, íbamos hablando de lo bien que había ido esa
semana en el jardín, aún recuerdo el camino, el ruido de los coches y la vuelta
a casa. No sabíamos que al cruzar la puerta entraríamos en una desesperación.
-
Recuerdo
haber corrido hacia él asustada, estaba dando tumbos en la cama y quería ir al
baño. Te pedí de manera desesperada que llames a tu tía. Sentía que podíamos
salvarlo.
Mi tía Rosario Muñoz es médico general, no trataba el caso de mi papá,
pero estaba, pero estaba pendiente de él. Lo revisaba dos veces por semana, su
consultorio quedaba en el sector de la Rumiñahui al norte de Quito y nosotros
vivíamos en la Kennedy no era una distancia tan lejana.
Recuerdo haberle dicho: “¿Puedes venir
por favor? Mi papá se está muriendo” Tenía miedo un pánico horrible, porque
sabía que algo feo estaba por pasar. Ella llegó quince minutos después de su
muerte.
Mi madre intentó llevarlo al baño. La
insuficiencia renal es una enfermedad caracterizada por el mal funcionamiento
de los riñones, que al final terminará con la incapacidad de orinar. Lo que
sucedió con mi padre. No hubo tiempo de despedirse solo pasó como una hoja que
se desprende de un árbol, como una estrella fugaz, el me miró intentado
expresar lo que ya no podía con palabras. Después todo es oscuro.
Cuando mi tía llegó, abrí la puerta
llorando, era muy pequeña, pero sabía que mi padre no volvería, hoy
recordándolo me pregunto ¿porque la vida pone esas situaciones en tu camino?
¿Prueba nuestra fortaleza? O solo nos recuerda que la vida es un ciclo a veces
bastante injusto.
No estuve en el velorio ni el entierro,
me quede en casa de los abuelos con mis tías, cosa que no recuerdo. Mi memoria
solo insiste en recrear el recuerdo de las últimas horas de mi padre. Nos
miramos a los ojos con mi mamá, no hay necesidad de las palabras.
Ese fue mi padre, el hombre y el
protector, una persona entre tantas de miles en el mundo, la historia de un
hombre que me inspira cada día. Siempre he pensado que no le damos la
importancia a las personas que nos rodean, que no abrimos nuestros ojos cuando
tenemos que ver lo importante.
La vida es una sucesión de momentos,
lugares y personas que viven en nuestra memoria. Y tengo la seguridad de que
volveré al baúl de los recuerdos para rescatar de mi memoria, los pasos de mi
padre.
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