ANTETÍTULO
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Viajar por carretera
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TÍTULO
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Una aventura en Boliche
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SUMARIO
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Para pasar un fin de semana lejos del ajetreo de la ciudad, un grupo de
amigos viajan Boliche y conviven en la naturaleza.
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CUERPO DEL TEXTO
Junto al Parque Nacional Cotopaxi se encuentra el Área Nacional de
Recreación El Boliche. En este lugar se respira naturaleza gracias su amplia
biodiversidad que llena de magníficos recuerdos a cada uno de sus visitantes.
Aprovechando los últimos días del clima cálido ante la llegada del
invierno, la segunda semana de noviembre realicé un viaje junto a mis amigos
para disfrutar de su compañía y escapar de la rutina. El terminal de Quitumbe
fue nuestro punto de encuentro y desde allí partimos en un bus que tenía como
destino Latacunga. El bus era nuevo y cada asiento estaba cubierto por un
plástico tranparente. Al comenzar el viaje mis amigos y yo nos reíamos por
todas las maletas que llevábamos y que más tarde nos tocaría cargar, pero el
reloj marcaba las ocho y pronto nos quedamos dormidos, tan dormidos que
despertamos en Latacunga.
Al bajar del bus fue inevitable reír, incluso el conductor nos mostró
una leve sonrisa al enterarse de que nuestro destino había quedado atrás. Entonces
Jenny Jurado, alta, de rostro redondo y cabello largo, calculó rápidamente el
dinero que necesitábamos para volver en una camioneta hasta Boliche. Ya
cansados del viaje, subimos a la camioneta y solo observábamos el maravilloso
paisaje que nos mostraba el volcán Cotopaxi.
Al llegar a la estación del tren de Boliche pasamos el control de
seguridad y fue en ese momento cuando Yania Enríquez y Santiago Enríquez se lamentaron. Ambos de cuerpos gruesos y
apasionados por la música y el alcohol, se llevaron una sorpresa cuando los
tres guardias vaciaron cada una de las
maletas y nos requisaron un paquete de cerveza. Sin embargo, una vez dentro
del parque nadie necesitó de esta bebida. Con la parrilla encendida y la comida
de nuestro amante de la cocina, Jonathan Navarrete, empezó la incesante
lluvia que nos impidió volver a salir de las cabañas. Éstas eran grandes pero
con pocas camas, por lo que entre Carlos Tafur y Cristian Echeverría colocaron
los colchones negros y estrechos de tal forma que armaron una sola cama para
todos.
Con el calor de la chimenea, Yania sacó su guitarra y acompañada de
nuestras palmas comenzó a cantar con su delicada voz y así, canción tras
canción, terminamos rendidos y dormimos quitándonos las cobijas unos a otros.
A la mañana siguiente yo fui la primera en despertar y al correr las
cortinas amarillas de la cabaña, observé a las llamas que había invadido el
refugio. Blancas y cafés, de un solo color o combinadas, todas eran hermosas.
Cristian nunca había visto una llama, así que rápidamente arrancó un trozo de
largas hierbas frescas para alimentarlas y examinarlas de cerca.
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CONCLUSIÓN
Después de nuestra aventura con las llamas, las nubes grises comenzaron
a cubrir nuevamente el cielo. Nos obligaron a hacer las maletas para salir
antes de una nueva lluvia, pero nos íbamos con una nueva experiencia. La
convivencia en plena naturaleza y los nuevos lazos de amistad que se crearon
en aquel lugar fueron un recuerdo que nos hará volver.
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domingo, 12 de febrero de 2017
Crónica: Una aventura en Boliche
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